Cáceres se enfrentó a dos problemas tras la reconquista cristiana: los intentos anexionistas de Portugal y las luchas internas de las diferentes banderías que se disputaban el gobierno.
En junio de 1477 Isabel la Católica modificó las ordenanzas municipales y pacificó la ciudad. Los Reyes Católicos juraron los fueros de Cáceres ese mismo año.
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